Algo que puedo hacer Hoy: Convertir mi fragilidad en motivo de confianza en Dios



 📖 Texto: Juan 21:15-19

Tema: De la negación a la restauración 

Serie Encuentros con Dios – “Alguien como tú o yo”: Pedro 

Continuamos con nuestra serie Encuentros con Jesús: Alguien como tú o yo. Hoy nos detenemos en Pedro, quizás el discípulo con el que más personas nos sentimos identificados. Su vida está llena de contrastes: momentos de fe ardiente y caídas dolorosas, de valentía y de miedo, de lealtad y de negación.

El pasaje central lo encontramos en Juan 21:15-19, donde el Señor resucitado restaura a Pedro:

'Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; más cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme. '

Pedro es el prototipo del creyente: emocional, temperamental, osado y sincero, pero también temeroso y vulnerable. Todos podemos vernos reflejados en él: desde la emoción de ser hallados por el Maestro —porque es Él quien nos encuentra, no nosotros a Él—, hasta el dolor de nuestra propia fragilidad cuando descubrimos la distancia entre lo que pensamos y lo que hacemos.

Lo maravilloso es que Jesús no se escandaliza de nuestra condición humana. Él conoce que somos barro frágil, pero en sus manos podemos ser moldeados en vasijas de honra. Por eso eligió a pescadores, publicanos y gente sencilla, y no a los eruditos de la ley. Su propósito es mostrar que lo vil y menospreciado, lo que parece no tener valor, puede convertirse en instrumento para llevar a cabo su voluntad.

Desde su primer encuentro con Jesús, Pedro experimentó esto. Al prestar su barca y presenciar la pesca milagrosa, reconoció su pecado y su indignidad delante del Santo. Su caminar estuvo marcado por altibajos: se atrevió a andar sobre las aguas impulsado por una fe genuina (Mateo 14:28-31), pero al dudar comenzó a hundirse. Jesús, con ternura y firmeza, lo levantó, enseñándole que la confianza en Él es más fuerte que la debilidad humana.

Más adelante, Pedro proclamó con pasión: “Aunque todos se aparten, yo no lo haré” (Mateo 26:33-35). Sin embargo, Jesús le advirtió que lo negaría tres veces antes de que cantara el gallo. Y así ocurrió. Pedro lloró amargamente, enfrentando la dolorosa verdad de su fragilidad. Pero incluso allí la gracia de Cristo no lo abandonó. Jesús ya había orado por él (Lucas 22:32) y lo levantaría nuevamente para fortalecer a otros.

Tras la resurrección, el ángel en la tumba envió un mensaje especial: “Id y decid a sus discípulos, y a Pedro”. El Maestro quería encontrarse con él personalmente. Y así fue: junto al lago, después de otra pesca milagrosa, Jesús le preguntó tres veces: “¿Me amas?”. Cada afirmación de Pedro sanó y respondió a sus negaciones pasadas. En ese diálogo, Pedro no solo fue perdonado, sino restaurado y confirmado en su misión: “Apacienta mis ovejas”.

Aquí comprendemos una verdad profunda: la gracia de Jesús transforma el fracaso en propósito. Pedro, el impulsivo y temeroso, se convirtió en el pastor que cuidaría del rebaño de Dios, incluso hasta dar su vida por el Evangelio.

Al mirarnos en el espejo de Pedro, recordamos que nuestras caídas no cancelan nuestra historia. Cristo no nos mira con condena, sino con amor restaurador. El fracaso nunca es el final; en Jesús siempre hay un nuevo comienzo.


Preguntas de autoevaluación

  1. ¿Reconozco mis momentos de debilidad y fracaso delante de Jesús, o trato de ocultarlos?

  2. ¿Creo realmente que su gracia es suficiente para levantarme después de caer?

  3. ¿Estoy dispuesto a dejar que mi experiencia de restauración se convierta en una misión para bendecir a otros?


Acción del día

Piensa en un área de tu vida donde hayas fallado y entrégasela al Señor en oración. Escríbela en un papel, preséntala a Dios y declara: “En Cristo, esto no es mi final, sino un nuevo comienzo”.


Oración

Señor Jesús, gracias porque me amas aun en mi fragilidad. Tú conoces mis caídas y mis lágrimas, pero también me levantas y me restauras. Ayúdame a confiar en tu gracia, a vivir en tu perdón y a caminar en la misión que me has dado. Que como Pedro, mi vida sea un testimonio de que en ti siempre hay un nuevo comienzo. Amén.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Stop & go

Algo que Puedo Hacer Hoy: Callar para dejar que Él me hable

Algo que puedo hacer hoy: Tener un solo propósito y un solo corazón