Algo que puedo hacer Hoy: Perdonar como Él me perdonó
El tema de hoy: Perdonamos
Texto clave: Lucas 11:4
“Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.”
Aqui reconocemos nuestros pecados, reconocemos que somos pecadores. Aquí Jesús nos lleva a un punto álgido en lo que involucra nuestra relación con Dios: nuestra condición de pecado.
Debemos partir del hecho de que todos hemos pecado contra Dios, y esto lo vemos en Romanos 3:23.
El mismo Señor Jesús, cuando fue abordado por el joven rico y este le dijo: “Maestro bueno”, respondió que ninguno hay bueno, solo Dios. Esto lo vemos en Marcos 10:17-18.
Si el mismo Señor Jesús no se atrevió a considerarse bueno, ¿qué podríamos entonces argumentar a nuestro favor?
Nuestra tendencia natural es justificarnos. Muchas veces, fundamentados en una vida moralmente “sana”, establecemos categorías de pecados y, al considerar que no hemos transgredido ninguno de los considerados graves, acudimos a Éxodo 20, donde Dios entregó a su pueblo lo que llamamos los Diez Mandamientos. Al confrontarnos con ellos, salimos —entre comillas— bien librados. Pero cuando Jesús predicó el Sermón del Monte, colocó el umbral del pecado muy bajo.
Los llamados “pecados morales”, las “pequeñas zorras” mencionadas en Cantares 2:15, son muchas veces parte de nuestro día a día.
Por ejemplo: hemos mentido, nos hemos dejado dominar por el enojo y hemos actuado con ira; hemos sido groseros o altaneros con alguien. La realidad es que no siempre hacemos lo correcto. Dios no ignora nuestra condición; Él sabe que nuestra inclinación natural es hacer lo malo, y eso lo vemos en Génesis 18:21. Por tanto, es necesario que admitamos que hemos pecado y que requerimos del perdón de Dios.
El eje de la oración es la comunión con Dios, y si algo entorpece esa relación, es tener una vida de pecado consentido.
Al confesar nuestros pecados a Dios, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Lo vemos en 1 Juan 1:9. Ahora bien, mientras consideramos nuestros pecados personales e individuales y pedimos perdón, también estamos pidiendo a Dios que perdone a toda la humanidad. Y esta parte suele ser conflictiva para muchos, pues incluye a aquellos que nos han hecho daño.
El apóstol Pedro le preguntó al Señor Jesús cuántas veces era necesario perdonar. Como respuesta, el Señor le dijo que hasta setenta veces siete. Esto lo vemos en Mateo 18:15-22. Ciertamente no son solo 490 veces; el sentido es un número inmenso, imposible de agotar en una vida humana promedio. En pocas palabras: debemos perdonar tantas veces como sea necesario.
¿Pero por qué habríamos de perdonar? Dios ciertamente no condiciona su perdón, pero sí espera que perdonemos de la misma manera en que Él nos perdonó: incondicionalmente. Jesús fue a la cruz por nuestros pecados, siendo nosotros quienes merecíamos ocupar el lugar que Él tomó. Enfatizo: no podemos, por mucho que quisiéramos, justificarnos ante Dios. Somos pecadores por naturaleza, y Él espera que demos de gracia lo que hemos recibido de gracia.
Como seguidores de Cristo, hacemos esta oración como un recordatorio y una llamada a la acción: “Señor, ayúdanos a perdonar a los que han pecado contra nosotros”.
El perdón es un fundamento en la vida cristiana. Jesús nos enseña que, si queremos ser perdonados por Dios, también debemos estar dispuestos a perdonar a los demás.
El perdón es una forma de amor y misericordia; es una manera de liberarnos de la carga del resentimiento y de la amargura. Además, el perdón es esencial para la reconciliación. Si queremos tener relaciones saludables con los demás, es importante que aprendamos a perdonar y a pedir perdón cuantas veces sea necesario.
El perdón nos permite dejar atrás el pasado y avanzar.
En resumen, el versículo “Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a los que nos deben” nos recuerda la importancia del perdón en nuestra vida cristiana diaria. Nos invita a ser misericordiosos y a practicar la reconciliación con los demás.
¡Bendiciones!
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