Algo que puedo hacer hoy: Reconocer que Dios es único
Tema de hoy: Él, es único.
Texto base: Lucas 11:2a
Retomamos el examen detallado del modelo de oración que el señor Jesús enseñó a sus discípulos.
El versículo clave lo encontramos en Lucas Capítulo 11: 2, parte primera.
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
El modelo de oración enseñado por Jesús se enfoca en Dios, no en nosotros.
Esto constituye un duro choque con nuestra realidad, pues consideramos la oración como un manifiesto de peticiones personales. Al continuar con la frase santificado sea tu nombre, la atención se vuelca por completo en la persona de Dios, reconociéndole plenamente, es decir que no hay nadie como Dios y se refiere a la trascendencia de Dios a su magnificencia, a ese sentido en el que Dios es más alto y superior que todo lo que hay en la dimensión de lo creado, citando a R.C. Sproul.
Este reconocimiento por parte de nosotros es crucial, pues en esta frase, reitero, reconocemos que nada ni nadie se puede equipar a la Dios.
Ahora bien, aquí es clave establecer cómo percibimos a Dios ¿Es él realmente alguien incomparable? ¿Le atribuimos a él ese carácter superior trascendente? ¿Reconocemos su total alcance en todo ámbito, omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia? ¿O simplemente solemos a diario buscar alternativas a Dios? ¿A un nosotros mismos podríamos considerarnos ser alternativas de Dios?
Esta condición en el hombre queda evidenciada y está presente desde la misma creación.
Según la Biblia, en Genesis 3:1-6 vemos como la primer mujer vio deseoso tomar del único fruto al cual no podía acceder, y todo esto por quien la indujo a ello, la serpiente, le hizo creer que al hacerlo sería como Dios mismo.
Hoy en día, a pesar de declarar que Dios es santo, muchas veces, haciéndolo a la ligera y al enfrentar nuestros desafíos, optamos por obrar en nuestras fuerzas, desconociendo tácitamente a Dios.
Retomando el primer libro de la Biblia, Genesis 11: 1-9, luego del diluvio los hombres optaron por hacer una ciudad que llegase al cielo, con el fin de hacerse un nombre, la famosa Torre de Babel. Y pienso que no era ilegítimo construir la ciudad, no así la motivación con la cual la construyeron, pues está era una manifestación de independencia delante de Dios. De tal forma que Dios mismo permitió que su ego les confundiera y sus caminos se dividieran.
Todo lo que compita con la santidad de Dios es un pequeño Dios al cual rendimos honra, y por lo mismo, de esa manera, le quitamos al único Dios la dignidad de recibirla.
Lamentablemente solemos tener nuestros propios dioses, quizás no lo reconocemos a la primera, aun nosotros mismos nos constituimos como tales, y lo hacemos cuando nuestras metas y objetivos son lo único que realmente vale la pena obtener, a veces al precio que sea necesario.
El reconocimiento de la santidad de Dios implica por tanto sugeción a Él, pues reconocemos en Él su unicidad, su calidad de único, y que en Él está todo lo que requerimos para vivir.
En un contexto ampliado y comprendiendo que Jesús es Dios, en 1 Pedro, 3:15 nos dice,
Santificad a Dios en Señor en vuestros corazones.
Santificar en este versículo es otra traducción de la palabra griega para santificado, así que una de las formas en que santificamos el nombre de Dios es reconocer a Jesús como Señor y vivir nuestras vidas para honrrar a Dios.
El Salmo 37 es en sí un manual de reconocimiento de Dios como único, Este Salmo escrito como muchos otros por el Rey David nos invita a deleitarnos en él, encomendarle nuestros caminos y algo que en lo personal considero fundamental, aceptar que es Él quien ordena nuestros pasos y aprueba nuestros caminos.
Es un reconocimiento pleno de la santidad de Dios, su unicidad, omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia.
Este reconocimiento resulta crucial para poder seguir orando de forma correcta.
Esto lo veremos mañana, y esto nos permitirá solicitarle a Él que su deseo prime sobre cualquier otro interés que podamos albergar.
Bendiciones.

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