Algo que puedo hacer hoy: Extender la misericordia que yo recibí

 


Serie: Bienaventurados – El Perfil del Ciudadano del Reino

Episodio 6: Bienaventurados los misericordiosos – El reflejo del corazón de Dios

📖 Guía de lectura bíblica

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mateo 5:7, RVR1960)

La misericordia no es simplemente un sentimiento pasajero de compasión o un impulso de lástima. Es mucho más profundo y transformador: se trata de un acto concreto de amor hacia quienes no lo merecen. El corazón humano, marcado por el egoísmo y el orgullo, no produce misericordia de manera natural. Pero cuando ese corazón es transformado por Dios, la misericordia se convierte en un reflejo auténtico de Su carácter.

La Biblia nos muestra que la misericordia no se queda en emociones, sino que se manifiesta en acciones visibles: ayudar, perdonar, restaurar, tender la mano incluso al que menos lo merece. En hebreo, la palabra jesed expresa fidelidad, amor constante y lealtad inquebrantable; en griego, eleos enfatiza la compasión práctica, activa, que se traduce en hechos concretos. Por lo tanto, la misericordia no es tolerar el pecado, ni cerrar los ojos ante la injusticia, ni suavizar la verdad para no incomodar. Al contrario, la verdadera misericordia busca el rescate, la sanidad y la restauración del otro. Rechaza la indiferencia y se opone al juicio severo que condena sin ofrecer salida.

La misericordia de Dios hacia nosotros es la base sobre la cual edificamos la nuestra. Él la manifiesta de múltiples maneras:

  • Ofreciendo perdón a quienes se arrepienten, aunque merecían juicio.

  • Restaurando, liberando y sanando a su pueblo, como al rescatar a Israel de Egipto o salvar a Lot de Sodoma.

  • Cumpliendo su obra en Cristo: “No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5).

  • Recordando sus promesas incluso cuando el ser humano falla, porque su misericordia es infinita y eterna.

La verdad es contundente: estábamos muertos en delitos y pecados, condenados a la ira de Dios, pero Él en su gran misericordia nos dio vida en Cristo. Quien ha recibido semejante gracia no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de otros.

Jesús lo dejó claro en la bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Esto no significa que nuestra misericordia compra el favor de Dios, sino que evidencia que ya hemos sido alcanzados por ella. El que ha sido perdonado, perdona. El que ha sido sanado, sana. El que ha sido amado, ama. La misericordia que mostramos es fruto y señal de la misericordia que hemos recibido.

¿Cómo expresa entonces un creyente la misericordia?

  • Perdonando a quienes le ofenden, tal como Dios lo hizo primero.

  • Aliviando el sufrimiento con acciones prácticas: compartiendo pan, tiempo, recursos.

  • Adoptando una actitud de empatía y ternura, incluso hacia quienes lo desprecian.

Jesús ilustró esto magistralmente en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25–37). El amor al prójimo no tiene fronteras: no se limita a los que nos agradan ni a los que se parecen a nosotros. El amor verdadero cruza barreras culturales, sociales y personales, y se traduce en compasión activa incluso hacia los enemigos.

Por eso, la misericordia nunca es solo un sentimiento interno; siempre desemboca en acción. El creyente bienaventurado experimenta un gozo que el mundo no puede dar, porque vive como un canal de perdón y compasión. Y al mismo tiempo recibe una reciprocidad espiritual: la misericordia divina fluyendo de manera fresca y constante sobre su vida.

El ciudadano del Reino no se complace en el castigo del otro, no alimenta el rencor, ni se encierra en la indiferencia. Vive en libertad, porque ha aprendido que la misericordia no es debilidad, sino la fuerza invencible del amor de Dios que rompe las cadenas del odio y sana corazones heridos. Mientras el mundo clama venganza, el ciudadano del Reino responde con gracia.

Al mostrar misericordia, proclamamos con hechos que existe un Reino diferente, cuyo Rey extiende sus brazos de perdón. Esa es la fuerza del evangelio: Dios se inclinó en misericordia hacia nosotros, para que nosotros extendamos esa misma misericordia hacia los demás.

En conclusión, la misericordia es el reflejo más profundo del amor de Dios. El creyente que la practica no solo participa de la vida bienaventurada, sino que experimenta en carne propia la gracia divina que lo sostiene y lo impulsa a vivir conforme al corazón de su Padre celestial.


✅ Acción del día – Algo que puedo hacer Hoy

Extender la misericordia que yo recibí.


❓ Preguntas de autoevaluación

  1. ¿Estoy reteniendo misericordia hacia alguien que me ha ofendido en lugar de perdonar como Dios me perdonó?

  2. ¿Cuándo fue la última vez que traduje la compasión en una acción concreta hacia otra persona?

  3. ¿Mi vida refleja más juicio y dureza, o misericordia y restauración?


🙏 Oración

Señor, gracias por tu infinita misericordia que me alcanzó cuando no lo merecía. Ayúdame hoy a ser un canal de esa misma misericordia hacia los demás. Rompe en mí toda dureza de corazón, y hazme vivir como reflejo de tu amor. En el nombre de Jesús. Amén.

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