Algo que Puedo Hacer Hoy: Recibir hoy el amor perfecto de Dios

 


Serie: Dios en el Silencio
Texto bíblico base: Mateo 7:9–11

“¿Qué hombre hay de vosotros que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”

Hoy continuamos en nuestra serie: Dios en el Silencio. El tema de esta reflexión es: Recibir hoy el amor perfecto de Dios.

La falsa imagen de Dios
Vivimos en un mundo donde muchos han crecido con padres fríos, distantes o incluso crueles. Quizás ese sea tu caso: tal vez sufriste abandono, indiferencia o maltrato. Naturalmente, solemos proyectar esa imagen distorsionada hacia Dios, viéndolo como lejano, indiferente o incluso castigador.

Pero déjame decirte algo con claridad: Dios no es así. Su naturaleza amorosa y justa está infinitamente lejos de esos pobres referentes humanos. El principio fundamental es este: Dios te ama y ya lo ha dado todo —incluso a su propio Hijo— para restaurar y redimir tu relación con Él.

Dios es mejor que nuestros mejores ejemplos
Jesús nos invita a reflexionar con un contraste sorprendente. Incluso las personas con un corazón endurecido o con una vida marcada por el pecado, muchas veces muestran amor genuino hacia sus hijos. De hecho, hay criminales documentados en la historia que, a pesar de su maldad pública, fueron padres atentos y entregados en lo privado.

Si eso es posible en lo peor de la humanidad, ¡cuánto más podemos confiar en que Dios, siendo perfecto en santidad y bondad, actuará siempre para nuestro bien! Jesús usa este contraste para decirnos: Si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a quienes se lo pidan?

En otras palabras, Dios no es solo un buen Padre: es el Padre perfecto.

El amor incondicional del Padre
La Biblia afirma con claridad que Dios nos ama incondicionalmente, más allá de nuestras fallas o pecados. Ese amor se evidenció en el sacrificio de Jesús:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

Dios está siempre dispuesto a recibir, perdonar y restaurar a todo aquel que se arrepiente y se acerca a Él.

Un Padre que provee y conoce nuestras necesidades
Dios también se revela como proveedor fiel. Él conoce nuestras necesidades incluso antes de que las expresemos. Jesús mismo lo enseñó en Mateo 6:7–8, advirtiéndonos contra oraciones vacías y repetitivas, porque nuestro Padre ya sabe de qué tenemos necesidad.

Esto significa que no solo escucha, sino que también provee abundantemente y con sabiduría, respondiendo a lo que realmente necesitamos.

Un Padre que corrige, guía e instruye
Pero el amor de Dios no es permisivo ni ciego: también disciplina. Y la disciplina es evidencia de pertenencia. Hebreos 12:5–11 enseña que el Señor corrige a quienes ama, formando en ellos un carácter santo.

Además, Dios guía a través de su Palabra y de su Espíritu. La Biblia es nuestro manual de vida, “útil para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16–17). Allí encontramos dirección, sabiduría y respuestas que a menudo ya han sido dadas, aunque insistamos en pedirlas.

El Padre que acoge y adopta
Dios no solo nos salva y corrige: nos adopta en su familia. Efesios 1:5 nos recuerda que fuimos predestinados para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo.

Esto significa que en Él encontramos aceptación, identidad y pertenencia. Ya no somos huérfanos espirituales, sino hijos e hijas amados que pueden acercarse con confianza.

Llamado evangelístico: una invitación personal
Tal vez hasta hoy tu imagen de Dios estuvo marcada por el temor, la culpa o la distancia. Pero el verdadero Dios se revela como un Padre cercano, atento y lleno de amor.

Él extiende su invitación hoy: ser parte de su familia, experimentar su perdón y caminar bajo su cuidado. Esta no es una promesa vacía; es una relación real, sellada por el sacrificio de Cristo en la cruz y confirmada en su resurrección.

Si ya eres creyente, recuerda: Dios no es indiferente a tus oraciones ni a tu caminar. Puedes confiar plenamente en que sus actos hablan más fuerte que tus temores y que Él busca intimar contigo cada día.

Y si aún no le conoces, hoy puedes dar un paso de fe: abre tu corazón, confiesa tu necesidad y recibe a Cristo como Señor y Salvador. Entonces podrás descubrir lo que significa tener al Padre perfecto, que nunca falla, nunca abandona y nunca deja de amar.


Preguntas de autoevaluación

  1. ¿Qué imagen de Dios he estado proyectando en mi vida: la de un Padre distante o la de un Padre amoroso?

  2. ¿Confío en que Dios conoce mis necesidades y provee lo que realmente necesito?

  3. ¿Vivo como hijo adoptado, amado y aceptado, o sigo viviendo como huérfano espiritual?


Acción del día

Hoy, haz esta declaración de fe:
“Dios es mi Padre perfecto. Me ama, me corrige, me guía y me sostiene siempre.”


Oración

Padre celestial, gracias por tu amor perfecto, por tu provisión constante y por adoptarme como tu hijo. Ayúdame a recibir hoy tu amor sin reservas, a confiar en tu guía y descansar en tu fidelidad. En el nombre de Jesús, Amén.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Stop & go

Algo que Puedo Hacer Hoy: Callar para dejar que Él me hable

Algo que puedo hacer hoy: Tener un solo propósito y un solo corazón