Algo que puedo hacer Hoy: Tender un puente donde otros levantan muros
Serie:
Bienaventurados – El Perfil del Ciudadano del Reino
Episodio 7:
Bienaventurados los pacificadores – El llamado a reflejar el carácter del Padre
📖 Guía de lectura bíblica
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5:9, RVR1960)
Ser pacificador no significa simplemente evitar conflictos ni quedarse callado ante la injusticia. Jesús no está exaltando a los indiferentes, ni a aquellos que prefieren un silencio cómplice en lugar de la verdad. Muy por el contrario, los pacificadores son aquellos que, en medio de un mundo roto por el odio, la división y el egoísmo, se convierten en instrumentos activos de reconciliación.
Un pacificador no es un espectador pasivo. Trabaja, dialoga, cultiva la empatía y la compasión, buscando soluciones que honren a Dios y dignifiquen a todas las partes involucradas. Su misión es transformar ambientes tensos en espacios donde la sanidad espiritual, emocional y relacional pueda florecer.
La paz verdadera
La paz bíblica no consiste en la ausencia de problemas, sino en la presencia activa de la justicia y del amor de Dios. Por eso este llamado es radical y desafiante: no nos pide maquillar los conflictos ni negar su existencia, sino confrontar la raíz de todos ellos, que es el pecado, y señalar con valentía a Cristo, el único que puede ofrecer paz verdadera. Él es el Príncipe de Paz, y solo en Él las enemistades encuentran reconciliación.
El ejemplo supremo: Jesús
Jesús es el pacificador por excelencia. Su vida es el modelo de lo que significa trabajar por la paz:
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En la cruz reconcilió a la humanidad con Dios, derribando el muro de separación y trayendo paz a quienes estábamos lejos (Efesios 2:14–17).
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Con humildad, lavó los pies de sus discípulos, aun cuando sabía de la traición de Judas, demostrando que el servicio y el amor vencen al resentimiento.
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Con compasión, detuvo la condena contra la mujer adúltera, ofreciendo perdón y una vida nueva en lugar de muerte.
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Con autoridad espiritual, enseñó a sus seguidores a amar a los enemigos, a bendecir a los que los persiguen y a convertirse en agentes de reconciliación.
Jesús no fue un “evitador de conflictos”. Él confrontó el pecado, denunció la injusticia y, al mismo tiempo, abrió las puertas del perdón y la restauración.
Hijos de Dios
El resultado es claro y contundente: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Ser llamado hijo de Dios no es un título vacío, es una identidad pública y visible. El pacificador se parece a su Padre celestial porque actúa como Él actúa: promoviendo la paz, la reconciliación y el perdón en todos los ámbitos de la vida —familia, trabajo, comunidad e iglesia—.
La razón por la cual los pacificadores son reconocidos como hijos de Dios es porque realizan la obra misma de Dios en la tierra. Confrontan las raíces del conflicto: orgullo, injusticia, egoísmo, resentimiento. Y lo hacen con un corazón renovado por la gracia, buscando la restauración incluso si eso implica sacrificio personal, incomodidad o renunciar a “ganar” una discusión.
En el contexto bíblico, la paz no es pasividad. Es el distintivo visible de la nueva familia espiritual: la de aquellos que, habiendo recibido el Espíritu Santo, ahora viven y actúan como Cristo.
Fundamento bíblico
Romanos 12:18 nos da un marco claro: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Este llamado reconoce la realidad de un mundo roto, donde no siempre será posible evitar el conflicto, pero sí siempre será posible cultivar un corazón dispuesto a la paz, que perdona, bendice y confía en la intervención de Dios cuando lo demás no está en nuestras manos.
Santiago 3:18 añade otra dimensión: “El fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. El verdadero pacificador no solo evita guerras, sino que siembra en paz y produce justicia. Sus acciones, palabras y actitudes construyen entornos donde florece la rectitud, la equidad y la restauración. No se trata solo de apagar incendios, sino de cultivar ambientes fértiles donde la justicia de Dios pueda crecer.
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La paz como terreno fértil: el pacificador prepara el ambiente para que la justicia prospere.
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La justicia como fruto: lo que brota es armonía, restauración y honra a Dios.
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La aplicación práctica: hablar y actuar con sabiduría de lo alto, con misericordia y compasión, buscando siempre el bien mayor.
Llamado a creyentes e incrédulos
Para el creyente, ser pacificador no es una opción secundaria: es un mandato que confirma la identidad de hijo de Dios y una evidencia de que el evangelio realmente lo ha transformado. No hay cristianismo auténtico sin un compromiso real con la reconciliación.
Para el no creyente, el mensaje es igualmente directo: la paz que el mundo promete es frágil, superficial y temporal. Solo en Cristo se encuentra la paz verdadera que sana heridas, restaura relaciones y reconcilia con Dios. Sin esa paz interior, toda búsqueda de paz externa será incompleta.
Conclusión
En un mundo que alimenta rivalidades, divisiones y resentimientos, Jesús nos desafía a ser distintos: a perdonar cuando el mundo exige venganza, a tender puentes cuando otros levantan muros, a sembrar justicia cuando reina la corrupción, y a ser testigos vivos de la paz que solo el cielo puede dar.
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”
Esa no es solo una promesa futura, es un sello presente: donde hay un verdadero hijo de Dios, hay paz, hay reconciliación, y hay un anticipo del Reino eterno que un día será pleno.
✅ Acción del día – Algo que puedo hacer Hoy
Tender un puente donde otros levantan muros.
❓ Preguntas de autoevaluación
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¿Soy un creador de paz en mi familia, trabajo y comunidad, o más bien alimento divisiones?
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¿Estoy dispuesto a sacrificar mi orgullo y comodidad para buscar reconciliación?
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¿Mis palabras y acciones siembran justicia y restauración, o producen resentimiento y ruptura?
🙏 Oración
Señor Jesús, Tú eres mi paz. Enséñame a ser un verdadero pacificador, dispuesto a confrontar el pecado con verdad y a extender tus brazos de reconciliación. Haz que mi vida sea un puente hacia tu amor y tu justicia. Amén.
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