Algo que puedo hacer hoy: Vestirme hoy con la justicia perfecta de Jesús


 

Serie: Bienaventurados – El Perfil del Ciudadano del Reino

Episodio 5: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia – El deseo correcto

📖 Guía de lectura bíblica

Mateo 5:6
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (RVR1960)


📖 Guía de lectura bíblica

Mateo 5:6
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (RVR1960)

El hambre y la sed son las necesidades más básicas de todo ser humano. No se pueden posponer ni ignorar; tarde o temprano gritan dentro de nosotros. Jesús usa esta imagen tan poderosa para hablar de algo espiritual: desear la justicia de Dios con la misma intensidad con la que un hambriento ansía pan y un sediento clama por agua.

Ahora bien, ¿qué significa “justicia” en este contexto? No se trata únicamente de justicia social —aunque la abarca— ni se limita a la justicia legal humana. Para el hombre, la justicia suele entenderse como dar a cada quien lo que le corresponde, como equidad, respeto a los derechos o cumplimiento de la ley. Sin embargo, esa visión, aunque necesaria, es limitada y muchas veces distorsionada por intereses egoístas, corrupción o simplemente por la incapacidad humana de ser imparcial.

Un ejemplo de la justicia humana es la llamada “ley del talión”, expresada en la Biblia como: “ojo por ojo, diente por diente” (Éxodo 21:24–25). Este principio establecía que el castigo debía ser proporcional al daño, evitando venganzas desmedidas. Era un sistema jurídico para mantener el orden y frenar la violencia. Pero incluso este enfoque es externo, inmediato, limitado a la vida presente.

En contraste, la justicia de Dios es mucho más profunda: no solo se ocupa de lo externo, sino que toca el corazón. No solo equilibra la balanza, sino que ofrece perdón, gracia y redención. El apóstol Pablo lo explica así en Romanos 3:25–26: Dios muestra su justicia castigando el pecado, pero al mismo tiempo justificando al pecador que cree en Cristo. Esa es la grandeza de la justicia divina: es perfecta, santa y a la vez inseparable de la misericordia.

El profeta Isaías lo dijo con crudeza: “Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros. Cuando mostramos nuestros actos de justicia, no son más que trapos sucios” (Isaías 64:6, NTV). En otras palabras, cualquier intento de justificarnos por nuestras propias obras es insuficiente delante de un Dios absolutamente santo. No significa que las buenas obras no tengan valor, sino que nunca podrán salvarnos por sí mismas. Necesitamos la justicia perfecta de Cristo, imputada a nosotros por la fe, para ser aceptados delante de Dios.

Por eso, cuando Jesús declara bienaventurados a los que tienen hambre y sed de justicia, está describiendo a quienes desean apasionadamente esa justicia que solo Él puede dar. Es el anhelo de vivir en santidad, de obedecer su voluntad, de reflejar su carácter justo y misericordioso. Es una inquietud santa: nos duele la injusticia del mundo, pero también la injusticia en nuestro propio corazón, y por eso clamamos: “Señor, sacia mi hambre de Ti, lléname de tu justicia”.

Y aquí viene la promesa: “ellos serán saciados”. Dios nunca deja hambriento al que le busca de corazón. Quien desea la justicia de Cristo la encuentra en Él, quien abre su Palabra se alimenta de verdad, quien ora recibe dirección, y quien cree es lleno de su Espíritu. Jesús mismo es el pan de vida y el agua viva. En Él encontramos satisfacción que nada ni nadie más puede dar.

El verdadero ciudadano del Reino no vive anestesiado con placeres temporales ni entretenido con sucedáneos que nunca llenan. Vive con un deseo ardiente por lo eterno. Y ese deseo no se queda en teoría: se traduce en acción. El creyente que tiene hambre y sed de justicia busca la santidad personal, promueve la verdad en su entorno, y se convierte en un instrumento de paz y de equidad en medio de un mundo corrompido.

El hambre espiritual es señal de vida. Cuando dejamos de desear las cosas de Dios, cuando nos conformamos con una religiosidad superficial o con una fe nominal, es porque hemos dejado de beber del manantial verdadero. Y eso es una alerta seria. Si ya eres creyente, examínate: ¿sigues teniendo hambre de Cristo, o te has saciado con lo temporal? Y si aún no conoces al Señor, este es un llamado directo para ti: tu alma tiene hambre, aunque quizás no lo reconozcas. Ningún éxito, placer o logro podrá llenar ese vacío. Solo Cristo puede saciar esa sed profunda.

El llamado hoy es doble:

  • Para el creyente, que reavive en su interior el deseo de justicia y busque cada día ser más como Cristo.

  • Para el incrédulo, que reconozca su incapacidad y se rinda al Señor que promete saciarlo con vida eterna.


🏃‍♂️ Acción del día –  Algo que puedo hacer Hoy

Vestirme hoy con la justicia perfecta de Cristo y rechazar la ilusión de justificarme por mis propios méritos.


🔍 Preguntas de autoevaluación

  1. ¿Tengo realmente hambre de la justicia de Dios o me he conformado con una fe superficial?

  2. ¿Busco más justificarme con mis obras que descansar en la justicia perfecta de Cristo?

  3. ¿De qué cosas temporales me estoy alimentando en lugar de saciarme en Jesús, el Pan de vida?


🙏 Oración

Señor Jesús, aviva en mí hambre y sed de Tu justicia. Líbrame de la autosuficiencia y de confiar en mis méritos. Vísteme hoy con Tu justicia perfecta y sacia mi corazón con Tu presencia. Amén.

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